Alexa Avalos Ruiz
Fabiana Cosio Martínez
Denisse Nava Arellano
Huixquilucan, Estado de México.
En este reportaje, contamos con el soporte de IA para optimizar la investigación y el contenido.
Actualmente, vivimos en una era digital, donde la información está al alcance de una rápida búsqueda en Internet. Si bien esto ha traído múltiples beneficios para mejorar la forma en la que accedemos al conocimiento y nos comunicamos con otros, también ha traído consigo consecuencias negativas. Cada vez más, las redes sociales y los medios de comunicación se encuentran inundados con millones de fake news, desinformación y narrativas parciales, que de manera consciente o inconsciente, terminan influyendo en nuestras opiniones, toma de decisiones e incluso nuestra forma de pensar con respecto a ciertos temas.
Alguna vez, los hechos fueron el pilar fundamental para dar a conocer una noticia. Hoy, parece que esa objetividad fue enviada a un segundo plano, priorizando más el impacto emocional que va a generar en las audiencias, sobre la veracidad.
Imagen recuperada de TopiA. El concepto de "posverdad": una nueva mentira. Editorial Revista Topía. Enrique Carpintero El concepto de “posverdad”: una nueva mentira | Topía
Tomando esto en consideración, surgen preguntas incómodas pero importantes que debemos hacernos: ¿qué tanto cuestionamos toda la información que consumimos cotidianamente? ¿Cómo podemos diferenciar una noticia veraz de otra que distorsiona los hechos por intereses de terceros? ¿Hasta qué punto nos dejamos manipular ciegamente por la cantidad excesiva de información?
Esto es un fenómeno llamado posverdad y es casi seguro que, en algún momento, tú también hayas sido víctima de sus efectos.
- ¿Cómo identificar la posverdad?
- La emoción vence a los hechos.
- Redes, influencers y políticos usan la desinformación para influir en la opinión pública.
- El pensamiento crítico es clave para frenar la desinformación.
¿Qué es la Posverdad?Primeramente, debemos definir qué es la posverdad. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define posverdad como “la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. (Real Academia Española, s.f.). Por otro lado, “Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando «los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales»".
Con esto en mente, podemos diferenciar este fenómeno de una simple mentira, ya que involucra aspectos muchos más complejos como la manipulación intencionada para remover las emociones del público y así lograr un objetivo. Es una estrategia totalmente consciente para intervenir con las percepciones de las audiencias.
La posverdad tiene capas de complejidad que han permitido que permee en la comunicación actualmente. ¿Pero cómo inició esto?
Este neologismo fue acuñado por Steve Tesich en 1992, quien lo utilizó por primera vez en un artículo para la revista The Nation. Tesich hacía mención del escándalo de Watergate y la guerra de Irak, concluyendo que habíamos aceptado vivir en una era de las posverdad, donde se miente descaradamente y se ocultan los hechos. Posteriormente, fue Ralph Keyes el que desarrolló más este término en su libro The Post-Truth Era en 2004.
Redes sociales y el auge de la desinformación
De acuerdo con un filósofo y pensador británico A.C. Grayling, un poderoso detonante de la cultura de la posverdad, han sido las redes sociales. Con el paso del tiempo, estas se han convertido en un quinto poder de la comunicación, donde han prosperado datos que no siempre están verificados y que no sólo se esparcen rápidamente, sino que lo hacen en una escala masiva.
Grayling explica: “Es terriblemente narcisista. Y ha sido empoderado por el hecho de que todos pueden publicar su opinión. Todo lo que necesitas ahora es un iPhone y si no estás de acuerdo conmigo, me atacas a mí, no a mis ideas.”
Esto claramente no mejora con la manera en la que operan las redes, que es a través de algoritmos que priorizan aquellos contenidos con más views sobre los que son veraces, facilitando una rápida difusión de noticias falsas. Vosoughi et al. (2018), menciona que con respecto a las noticias viralizadas en X (antes Twitter) lo falso se difundió “más lejos, más rápido, más profundamente y más ampliamente” que lo verdadero.
Precisamente es este aspecto el que facilita el rápido acceso a la opinión de los demás. Simplemente se enfocan en causar un shock en el público para que apele a sus emociones, reaccionen ante él, generen likes, comentarios (ya sean positivos o negativos porque eso no importa en este contexto) y en general, interactúen con el contenido, haciéndolo sumamente atractivo para los algoritmos de las redes que lo seguirán mostrando a otras personas que también le generarán interacción y así sucesivamente, creando un círculo vicioso de desinformación.
Si quieres entender más acerca del fenómeno de la posverdad y las fake news en las redes sociales, ¡Dale click a este video de Learn To Check en este momento!
Influencers y la manipulación del mercado
Actualmente, vivimos en una era digital, donde la información está al alcance de una rápida búsqueda en Internet. Si bien esto ha traído múltiples beneficios para mejorar la forma en la que accedemos al conocimiento y nos comunicamos con otros, también ha traído consigo consecuencias negativas. Cada vez más, las redes sociales y los medios de comunicación se encuentran inundados con millones de fake news, desinformación y narrativas parciales, que de manera consciente o inconsciente, terminan influyendo en nuestras opiniones, toma de decisiones e incluso nuestra forma de pensar con respecto a ciertos temas.
Alguna vez, los hechos fueron el pilar fundamental para dar a conocer una noticia. Hoy, parece que esa objetividad fue enviada a un segundo plano, priorizando más el impacto emocional que va a generar en las audiencias, sobre la veracidad.
Tomando esto en consideración, surgen preguntas incómodas pero importantes que debemos hacernos: ¿qué tanto cuestionamos toda la información que consumimos cotidianamente? ¿Cómo podemos diferenciar una noticia veraz de otra que distorsiona los hechos por intereses de terceros? ¿Hasta qué punto nos dejamos manipular ciegamente por la cantidad excesiva de información?
Esto es un fenómeno llamado posverdad y es casi seguro que, en algún momento, tú también hayas sido víctima de sus efectos.
- ¿Cómo identificar la posverdad?
- La emoción vence a los hechos.
- Redes, influencers y políticos usan la desinformación para influir en la opinión pública.
- El pensamiento crítico es clave para frenar la desinformación.
Primeramente, debemos definir qué es la posverdad. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define posverdad como “la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. (Real Academia Española, s.f.). Por otro lado, “Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando «los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales»".
Con esto en mente, podemos diferenciar este fenómeno de una simple mentira, ya que involucra aspectos muchos más complejos como la manipulación intencionada para remover las emociones del público y así lograr un objetivo. Es una estrategia totalmente consciente para intervenir con las percepciones de las audiencias.
La posverdad tiene capas de complejidad que han permitido que permee en la comunicación actualmente. ¿Pero cómo inició esto?
Este neologismo fue acuñado por Steve Tesich en 1992, quien lo utilizó por primera vez en un artículo para la revista The Nation. Tesich hacía mención del escándalo de Watergate y la guerra de Irak, concluyendo que habíamos aceptado vivir en una era de las posverdad, donde se miente descaradamente y se ocultan los hechos. Posteriormente, fue Ralph Keyes el que desarrolló más este término en su libro The Post-Truth Era en 2004.
Redes sociales y el auge de la desinformación
De acuerdo con un filósofo y pensador británico A.C. Grayling, un poderoso detonante de la cultura de la posverdad, han sido las redes sociales. Con el paso del tiempo, estas se han convertido en un quinto poder de la comunicación, donde han prosperado datos que no siempre están verificados y que no sólo se esparcen rápidamente, sino que lo hacen en una escala masiva.
Grayling explica: “Es terriblemente narcisista. Y ha sido empoderado por el hecho de que todos pueden publicar su opinión. Todo lo que necesitas ahora es un iPhone y si no estás de acuerdo conmigo, me atacas a mí, no a mis ideas.”
Esto claramente no mejora con la manera en la que operan las redes, que es a través de algoritmos que priorizan aquellos contenidos con más views sobre los que son veraces, facilitando una rápida difusión de noticias falsas. Vosoughi et al. (2018), menciona que con respecto a las noticias viralizadas en X (antes Twitter) lo falso se difundió “más lejos, más rápido, más profundamente y más ampliamente” que lo verdadero.
Precisamente es este aspecto el que facilita el rápido acceso a la opinión de los demás. Simplemente se enfocan en causar un shock en el público para que apele a sus emociones, reaccionen ante él, generen likes, comentarios (ya sean positivos o negativos porque eso no importa en este contexto) y en general, interactúen con el contenido, haciéndolo sumamente atractivo para los algoritmos de las redes que lo seguirán mostrando a otras personas que también le generarán interacción y así sucesivamente, creando un círculo vicioso de desinformación.
Si quieres entender más acerca del fenómeno de la posverdad y las fake news en las redes sociales, ¡Dale click a este video de Learn To Check en este momento!
Influencers y la manipulación del mercado
Aquí es donde entran los casos de los influencers. Con plataformas que rondan de los pocos miles hasta los millones de seguidores, estas figuras públicas se han vuelto líderes de opinión en la comunicación moderna.
Hoy en día, las marcas han visto el impacto que tienen estas personas y ahora incluyen colaboraciones pagadas con ellos en sus estrategias de mercadotecnia para llegar a un público más amplio. Los influencers, al recibir una remuneración considerable por su participación en estas campañas, aceptan estos acuerdos como una forma de monetizar su popularidad y ampliar sus propios ingresos. Aunque esta práctica ha sido beneficiosa para ambas partes en muchos casos, existen otros en los que la publicidad para el producto se vuelve totalmente engañosa para la audiencia. Los influencers apelan a promesas de beneficios milagrosos que, en realidad, carecen de fundamento o son exageradas, diseñadas para atraer la atención rápidamente y cumplir con el objetivo principal: vender. Mientras tanto la audiencia cae en una mentira sin percatarse de ella hasta que en algunos casos, ya es demasiado tarde. “El uso de la posverdad en el marketing de influencer para convencer al público sobre la utilidad de un producto o servicio, manipula desde la empatía que sienten los usuarios por esta persona olvidando la veracidad de la información comunicada.” (Ramos, s. f.)
Algunos de los casos más populares son el de Bárbara de Regil con su proteína, Tammy Parra y su sérum para pestañas, entre otros.
Aquí es donde entran los casos de los influencers. Con plataformas que rondan de los pocos miles hasta los millones de seguidores, estas figuras públicas se han vuelto líderes de opinión en la comunicación moderna.
Hoy en día, las marcas han visto el impacto que tienen estas personas y ahora incluyen colaboraciones pagadas con ellos en sus estrategias de mercadotecnia para llegar a un público más amplio. Los influencers, al recibir una remuneración considerable por su participación en estas campañas, aceptan estos acuerdos como una forma de monetizar su popularidad y ampliar sus propios ingresos. Aunque esta práctica ha sido beneficiosa para ambas partes en muchos casos, existen otros en los que la publicidad para el producto se vuelve totalmente engañosa para la audiencia. Los influencers apelan a promesas de beneficios milagrosos que, en realidad, carecen de fundamento o son exageradas, diseñadas para atraer la atención rápidamente y cumplir con el objetivo principal: vender. Mientras tanto la audiencia cae en una mentira sin percatarse de ella hasta que en algunos casos, ya es demasiado tarde. “El uso de la posverdad en el marketing de influencer para convencer al público sobre la utilidad de un producto o servicio, manipula desde la empatía que sienten los usuarios por esta persona olvidando la veracidad de la información comunicada.” (Ramos, s. f.)
Algunos de los casos más populares son el de Bárbara de Regil con su proteína, Tammy Parra y su sérum para pestañas, entre otros.
Otro ejemplo de un presidente que ha sabido utilizar este fenómeno a su favor es Andrés Manuel López Obrador. De acuerdo con Espino (2024) “El éxito político del presidente Andrés Manuel López Obrador está basado en tres pilares: cooptación, intimidación y desinformación.” Este último pilar es sumamente relevante para el tema, pues a través de sus “mañaneras”, su mecanismo para rendir cuentas ante los mexicanos, daba un mensaje que estaba lleno de afirmaciones engañosas para no asumir la responsabilidad de las falencias de su gobierno. Espino (2024) indica que “el resultado de esta estrategia ha sido extraordinariamente bueno para López Obrador. El presidente ha conseguido que sus palabras impidan un debate basado en evidencia sobre la realidad nacional.”
El ex-mandatario, conocía sumamente bien la manera de desviar la atención de los problemas en el país, hacia una peligrosa retórica basada en las emociones que utilizaba para polarizar a la sociedad y tener el control sobre un pueblo mexicano que se sentía victimizado. Espino (2024) hace mención de que esto “también ha logrado que una mayoría de ciudadanos aprueben emocionalmente su gestión y le brinden fuerte apoyo a su partido.” Más allá de convencer con hechos, el propósito era hacer que los ciudadanos creyeran sus mentiras para derrotar a los “enemigos” en común.
Fue así como el gobierno de AMLO evidenció cómo la posverdad puede moldear la percepción pública, influir en decisiones de gran impacto y consolidar liderazgos a través de la manipulación de la información.
Si combinamos el uso de la posverdad en la política, con la inmediatez que las redes sociales ofrecen para que se propague rápidamente, podemos observar ejemplos altamente preocupantes de cómo se puede manipular la percepción de las personas. Uno de ellos es el caso del Partido Verde Ecologista de México, que hizo uso de la publicidad pagada con influencers para que publicaran videos a favor del partido y de la entonces candidata Claudia Sheinbaum.
Lo alarmante de esta controversia no sólo fue la propaganda política disfrazada de opiniones personales de las figuras públicas, sino que estas publicaciones se realizaron durante la veda electoral, un periodo en el que la promoción política está estrictamente prohibida por la ley. Esta acción generó un gran debate sobre la ética en el uso de las redes sociales para fines políticos y el impacto de los creadores de contenido en la manipulación del electorado.
¿Cómo combatir la posverdad?
Podemos asegurar firmemente que hoy más que nunca es mucho más sencillo informarse, pero hacerlo de la manera correcta es el verdadero reto al que nos enfrentamos. La posverdad se ha vuelto omnipresente en la sociedad moderna y es mucho más complejo discernir entre lo que es verídico y lo que no. Sin embargo, la última palabra la tienen los usuarios. Lo primero que se debe hacer es asumir la responsabilidad individual en esta problemática, debido a que sin nosotros, la posverdad no tendría un espacio para prosperar. Si bien, no somos parte de las esferas de poder con agendas ocultas, sí somos grandes contribuidores y potenciadores de la desinformación. Esto puede ir desde algo tan inocente como darle like a un TikTok engañoso, hasta compartir abiertamente una publicación que contiene una noticia falseada sin antes verificar su veracidad. Reconocer nuestra parte de responsabilidad es esencial para saber identificar las conductas que propician este fenómeno y posteriormente corregirlas.
Estrategias para combatir la posverdad
Aunque no es una tarea fácil, hay diversas estrategias que se pueden emplear para combatirla en los medios digitales y tradicionales:
- Educación mediática: Una estrategia que se basa en dotar a los usuarios de ciertas competencias y herramientas para evaluar críticamente toda la información que reciben a diario. Pérez-Rodríguez y Delgado-Ponce (2012) explican que “empoderar a la ciudadanía con competencias en acceso y evaluación crítica de la información es fundamental para enfrentar la manipulación mediática.”
- Contraste de información: Consiste en comparar la información que vemos en otras fuentes para confirmar su veracidad.
- Evaluar la fuente: Verificar su reputación, qué tan confiable es, si es profesional o no, si tiene sesgos, etc.
- Análisis de evidencias: Comprobar si las evidencias presentadas son sólidas y si las fuentes son confiables, evitando caer en mentiras.
- Cuestionar todo: No recibir la información de manera pasiva, sin analizarla con detenimiento.
- Reflexionar antes de compartir: No difundir información sólo por seguir tendencias o por el impacto del momento. Pensar en las consecuencias antes de compartir contenido dudoso.
- Responsabilidad ética: Ser conscientes del impacto que puede tener la difusión de información falsa en la sociedad y actuar con criterio para evitar contribuir a la desinformación.
Al fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de discernir entre información veraz y engañosa, estas estrategias se convierten en herramientas sencillas y sumamente útiles para combatir la posverdad individualmente.
Es claro que este combate no depende únicamente de los individuos, ya que los medios de comunicación y las instituciones encargadas de brindar información también juegan un papel fundamental en este proceso. Estas entidades deben asumir su responsabilidad y comprometerse a proporcionar contenido veraz, imparcial y fundamentado. Sin embargo, el cambio debe empezar con cada uno de nosotros, como consumidores y difusores de información. Si comenzamos a cuestionar lo que consumimos, a verificar las fuentes y a no difundir contenido sin antes analizarlo, la posverdad no tendrá el mismo alcance ni impacto que está teniendo actualmente. Al tomar conciencia de nuestra influencia y comenzamos a actuar con responsabilidad, podemos contribuir significativamente a frenar la desinformación y fomentar una cultura de verdad, transparencia y pensamiento crítico en la sociedad.
Haz tu parte. Involúcrate activamente en la lucha contra la desinformación, sé crítico con la información que consumes y compártela de manera responsable. Sólo de esa manera podemos transformar la manera en que nos informamos y garantizar que la verdad prevalezca ante todo.
Referencias:
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